domingo, 31 de enero de 2010

Confesiones de un Optimista Arrepentido (Humor)

Nací con la estrella inversa. Una marca invisible e indeleble en mi frente actúa como repelente de la Suerte. Ofrecía lo mejor de mí; a cambio recibía garrotes, hasta de Pablo Marmol.
Traté de ser generoso y honesto; en respuesta: traición y engaño. Consulté horóscopos personales: ningún pronóstico encajó.
Intenté con brujas, gitanas y tarotistas varias, ni mis manos ni las cartas coincidían con el Libro de la Vida. Sentía una inmensa confabulación, todo despropósito. Mi Destino siempre será una bandera negra. Pero yo resistía. Equivocación de las Musas, un polvo incorrecto, no sé, algo falló en el organigrama sacro.
Leí cuanto libro de autoayuda apareció. Metabolicé hasta el hartazgo frases tales como : Usted Puede , El Poder está dentro suyo y demás consejos de almanaque sin un ápice de eficacia. Ni psicólogo ni parapsicólogo, ni cura ni curandero. Mi Karma fue y será una porquería ya lo sé... Aún así continúo sonriente, a pesar de la cangrena que me mutiló las piernas, a pesar de la gastritis que se devoró medio aparato digestivo, a pesar que la artrosis se apropió de mis brazos, a pesar de todo, grabo mis confesiones. Mejor dicho, lo hace mi asistente. A propósito, recién ví clavado un papel con su renuncia en la puerta del baño. ¿ ahora qué hago? No me puedo mover...Tanto optimismo me encuentra solo...Qué leche puta ! No alcanzo el grabador, pero no importa, hablaré hasta quedar sin palabbbbb.....

Victor Marcelo Clementi

Reloj de Arena

el dolor te vuelve adentro
más piadoso, no sé, algo distinto
te vuelve fetal, retraído
columpiándote de vos hacia vos...
no salís del huaco, qué importa
la eternidad es otra variante de la rutina
cada cosa múltiplo de lo mismo
cada quien una gota del milagro,
pero lo en sí alguna vez colapsa
y el estallido hace vida

como hijos del big ban
la vida existe violenta
todos la llevamos álgebra

ingénita violencia hacedora de vida
por eso el dolor es el primer recuerdo.


Victor Marcelo Clementi

After Existence (Humor)

-Si me corneaste un montonazo, puto...-dijo Ella- Con ese verso que la conociste en otra vida...por eso te sentís tan atraído a esa conchuda...Fuiste...te voy a regalar el pasaje a una nueva vida, hijo de puta...´
Y me cagó de un tiro nomás...Ahora vago por las cercanías del Cielo. Todavía no me dejan entrar.
Alquilé un catre en un jostel re-under, porque es imposible bancarse un 5, un 4, un 3 , o un medio estrella. Son excesivamente calurosos.
Me dieron el 73.641.523/88 para efectuar el descargo. San Pedro no cobra sueldo, lo hace de onda. Nada de hacer un ¨pagadios¨, acá todo es así: hay Tiempo de sobra, no existe la guita, nada de trampas. Si te pescan en un deslíz vas al horno, no zafás, por más chamuyo. Ima ginate, toda la eternidad en el microondas...
Todavía no sé cómo explicarle a San Pedro por qué la abrochaba a la Loca, por qué me gustaba el escabio, la falopa, la timba...Cartón lleno..!
Si apruebo todas las pendientes soy un capo. De última me queden dos previas las purgo en dos encarnaciones más...¿qué me podrá tocar? ¿nacer burro, inodoro, florcita al costado de la ruta?
La que pinte, con tal de entrar, cualquiera es liviana...
Bueno, me voy a estudiar Existencias Preliminares 4, todo un balurdo eso de pensar como una piedra o un caracol. Hasta siempre ex compañeros terráqueos...Nos vemos no sé dónde...


Victor Marcelo Clementi

Ima-Gen

gen
genoma
genitales
gentío
generoso
gendarmes
genuflexos
generales
genocidio


Victor Clementi

Evasivo

Otra tarde en una servilleta
escribe café

sueños sin techo
vuelo hacia mí

me torcieron el lenguaje
con baldosas de humo

ejercicios de agua
en la moral del Tiempo

¿qué hay de la tristeza que moja los sueños?
¿qué fue del aroma a siesta en las rodillas?

hasta que la vida me expulse
y el polvo testifique
una dosis de nostalgia
hará de amante.


Victor Marcelo Clementi

Olvido

acudí a sonrisas tibias
para no desmayar dentro de mí
acudí a esa piel áurea
que alucina mi propia piel
y deshereda los claustros
que hasta aquí acobijan
acudí a besos que dejaron de existir
a las cenizas de mi mejor poema
sin embargo, esta cobertura insaciable
permanece

cerca
la ventana enferma del sol
ha disecado las horas
y una travesura del niño
que nunca fuí, espera
nuevas tentaciones para recordar

otra hoguera seduce a morir despacio.


Victor Marcelo Clementi

viernes, 29 de enero de 2010

Mente Colmena

La mayoría de las Utopías, aún las más libertarias, están concebidas bajo códigos enjambre. Para que se cumplan dichas profecías fuera del terreno ideario, hace falta un Hombre Perfecto. Y la definición de Hombre es la contraria.
Antes del Capital ya existían pecados capitales; la plusvalía no comenzó al invocarla. Si no incluimos la ambición del ego en la ecuación, la resultante será inexacta. Siempre. La arquitectura del Hombre Perfecto no contempla sus miserias, o las aliviana; porque dado el razonamiento, en una Sociedad Perfecta no habría miseria, al menos externa. El Hombre Perfecto es casi un robot al servicio de la solidaridad, el trabajo, el respeto y demás valores altruistas. Un Mundo Feliz, de Huxley, ya lo plantea.
Nuestra Cultura exhibe como ejemplo de organización social a la Colmena, es decir: millares de subindividuos que responden al unísono; autómatas, una sola mente colectiva. Con clases definidas: reinas, obreros, zánganos, soldados. Todo un modelo para emular: la vida del insecto, donde la libertad excede las fronteras de la duda , el deseo y la sospecha (elementos que incitan a la rebelión).
Cualquier Utopía acaba por someterse a la funcionalidad. O sea, optimizar la producción en vísperas del bien común. La premisa: derretir en la Idea Perfecta de Sociedad: soldados definidos, nomenclaturados. Poco falta para el código de barras en la nuca, para filtrar cualquier pensamiento no autorizado. No existe Civilización sin represión; ya se han intentado formatos socialistas y libertarios sin que las bacterias de la esclavitud fenezcan. Será tal vez porque el Hombre lleve consigo el autoritarismo, la discrecionalidad, y eso lo convierta en su propio enemigo. Vencer tamaña paradoja irresoluta debería ser el postulado del Hombre Pendiente.


La Blinda Rosada Setiembre 2006
(versión retocada)
Victor Marcelo Clementi

jueves, 21 de enero de 2010

[Ala de Laberinto Salado] Apocalíptico

Los olimpos intempestivos
se ciernen sobre algún
acantilado que no perdona.
No es imposible la redención.
Es aún más factible que la espera.
¿Quién puede respirar el artificio
real y predecible?
¿Quién cambiar el orden predestinado
del universo perdido?
¿Quién puede describir la pena
incrustada en la instancia
más perenne y oscura del tiempo?
¿Quién impedirá que la imparcialidad
sea crucificada en su sino?
Nadie.
Nada.
Impedirlo sería un átomo
de aire fresco entrando en los pulmones
gigantes y torpes.
Milagro inmerecido.
Perentoria ocasión caótica.
Nada.
El mundo se resume en eso.
La acción se resume en silencio.
Y en nada.
Y en nadie.
Sólo esto...
Sólo esto y la eternidad que brota
de mis uñas angustiadas y perdidas.
Sólo la cripta abierta de la boca
que grita y gime y silencia...
Sólo la vacuidad inserta,
inscripta y establecida.
El mundo se resume en eso.
La acción se resume en silencio.
Nada.
Nadie.
Nunca.


Gladys Acha
rochi94_2005@hotmail.com
(Punta Alta) - Argentina

miércoles, 20 de enero de 2010

Teatro de un renegado, XII

El miedo en tiempos de lluvia: BB según Antonio Mónaco
Escenas de la vida, privada

Aquí están los delatores, los que caban de cavar
La fosa del vecino. Fueron identificados, y ellos lo saben.
¿Será posible que la calle no lo olvide jamás?
No pueden conciliar el sueño,
Pero no todo ha terminado:
Cada noche que llega no es aún la última noche”
Bertold Brecht

Menos conocida que Galileo o Madre coraje, no tan trasvasada a variados formatos como La ópera de dos centavos, los breves sketchs de Terror y miserias del Tercer Reich postulan al Bertold Brecht más brechtiano, si cabe la redundancia. Porque nada mejor que el envase mínimo para urdir el verfremdungseffekt, el efecto distanciamiento. Ya se sabe: rehusar el emocionalismo, la automática identificación entre personaje y espectador, el actor que se ve actuar –se comenta, exige del oyente raciocinio y autoconciencia, nunca catarsis. El texto espectacular no es un tear-jerker, un vaso de lágrimas que se bebe de un sorbo, remueve todo el dolor posible y a lo sumo se eructa. Brecht quería sacar a la gente a la calle a rebelarse, no a dormir plácidamente satisfechos en sus camas.
No tanto pretende nuestro Antonio Mónaco, pero tal cual lo expresa en su programa, “lo primero que debería hacer la sociedad es preguntarse quiénes la están acosando, acorralando, acribillando y hacia dónde querrán arriarla, enferma de miedo e indefensa”: dicho de otro modo, los tiempos de lluvia son los nuestros, no se necesita un Reich para moverse por lo que se teme en lugar de por lo que se ama. “Cuando toda la atención se pone en espiar al prójimo sospechándolo delator, no se proyecta la mirada hacia delante e imaginar, solidarios, un futuro común”.
Mónaco resuelve la puesta de episodios, pensados en sucesividad, de una manera realmente ingeniosa. Dada su miniatura –La delación ostenta una escasa página, Socorro de invierno apenas dos en su versión publicada– no justificaba la ilación y sí la simultaneidad, de forma que cada escena sirva de comentario y duplicación aumentativa de las otras dos, convivientes en el espacio. De paso, así logra el efecto “V”, o “D” para nosotros. En cuanto estamos a punto de conmovernos, de dejarnos llevar por la hipnótica pregnancia y dinamismo del conjunto, la escena paralela astilla el encantamiento y nos obliga a abrir los ojos en otras direcciones, a presenciar la que acaba de abrirse, y se cierra como una flor oscura y fugaz, en función de glosa y ampliación de lo que ocurre al lado.
Veamos. Escenario tripartito. En el centro, el espacio de lo real, la lectura de El soplón, o la pareja madura cuyo pánico ronda lo absurdo, que el inocente nietito que hace origami con una tijera sobre la alfombra, vaya y cuente, al atravesar el umbral, las críticas al gobierno por boca del abuelo, un intelectual opositor lleno de terror. A los flancos, dos templetes que penden de una delgada soga, uno muy alto a la izquierda del foro, otro a un metro del piso y delante de la primera fila: el espacio de lo fantasmal. En rigor, éstos remiten a aquél, todos son fantasmas, pero los hechos de ambos extremos explican la paranoia relativa ambiente, y la paranoia explica la manipulación sistemática del pavor como dispositivo de dominación totalitaria, de mayor eficacia práctica que la mística del líder, el odio masivo o la simple y llana estupidez. Recordemos el argumento, si puede llamarse, de los capítulos: La delación, diálogo crispado entre un hombre y una mujer acerca de un tercero al que “ellos se llevaron” y apalearon “por escuchar radios extranjeras”; Socorro, la falsa generosidad del Führer con los pobres, la bolsa de comida y ropa más “cinco marcos”, y la violencia frente a una anciana desvalida y su hija cuando se enteran de que la última anota en una libreta los aumentos de precios…
El miedo en tiempos de lluvia complementa el corpus de hallazgos de Mónaco al frente del Teatro Universitario, y sin embargo significa un paso arriba. Nos tiene habituados a metáforas complejas, que reinterpretan a Arlt (300 millones, 1992), Shakespeare (Macbeth, 94), Ionesco (Rinocerontes, 95), Monti (Visita, 2000), Kartun (Matrices, 2005) y hasta Sófocles (Antígona, 2003) y Eurípides (Las troyanas, 2008), y siempre supimos que no invocaba en vano clásicos sino reconfiguraba el presente, aclaraba, muchas veces mediante los programas, una sutil oblicuidad hacia el tiempo de hoy, de cada hoy referencial. Pues bien, también acá queda clarísima la intención, pero la mise incluye un progreso más sin abandonar su propia estética. Le faltaba un BB a Mónaco para confirmarlo el único director marplatense transformador de los textos canónicos de la dramaturgia universal, y ha operado al viejo alemán con un escalpelo absolutamente nuevo. Por empezar, primera vez que elige la obra de corta duración, y el procedimiento compacta la intensidad. Y aumenta los elementos de muy distinto origen vanguardista: los SA y sus víctimas reptan, desarticulados, entre los muebles y el piso antes de vestirse –ahí vemos que dos de ellos, de tenebroso negro, se calzan las macabras jinetas, alimentando el distanciamiento; son siempre actores--, de pronto y sin aviso la esposa del catedrático acaricia un inexistente ataúd, demora deliberadamente el comienzo mientras escuchamos la ponzoñosa lluvia en off y notamos los rostros nerviosos a la espera de lo peor, se enciende un cigarrillo y la iluminación se desploma dejando el tizón solitario en la oscuridad. El detalle se muestra tan elaborado como el resto, las desharrapadas del costado derecho mascan unas manzanas… teñidas de negro.
El team actoral acentúa la homogeneidad que es en AM marca de fábrica. Silvia Urquía se luce en todos los registros, lo que a esta altura parece un pleonasmo. Agustina Anzoátegui, Damián Charuzzi, Agustín Barovero, Simón Koch, Beatriz Moriondo y Marcela Cardoso despliegan una apretada exactitud sin aspavientos. Ninguno se queda junto a Mónaco, porque los adiestra tan bien que aprenden a caminar solos. Ahí están Jorge Frontera y Pedro Benítez, antes parte de su elenco, y su inmediata carrera exitosa. Incluso el niño Klaus (Lautaro Padín), improbable delator, es hijo de actores, del gran Esteban Padín y Carla Rossi. Todo un recuerdo del futuro.
A Mónaco, en síntesis, le faltaba un Brecht. No exageramos la apología al decir que, desde nuestro pequeño balneario cultural, a Brecht le faltaba su Mónaco. El cual, veterano y joven, sigue haciendo lo que mejor sabe, seguir superándose a sí mismo.

Gabriel Cabrejas

martes, 19 de enero de 2010

La Cocuzza en Marathónica Mar de Ajó 2009

Presentación de la Antología marplatense editada por Marcela Predieri Sobre rieles (ver www.delapalabra.com.ar/sobre-rieles.htm) en la Marathónica de Mar de Ajó organizada por la Fundación de Poetas René Villar en nov 2009.

Sergi Puyol i Rigoll (Ayatolaitz) lee, los demás miran. De izq. a der. Maia, Ana, Marcela, Gustavo, Víctor y Betty.

Presentación de la antología "Sobre rieles" en MAr de Ajó, encuentro d ela fundación de poetas René Villar
Víctor Clementi lee. De izq. a der. Ana, Marcela, Sergi Puyol i Rigoll, Gustavo y Betty.




jueves, 7 de enero de 2010

Teatro de un renegado, XI

Slaughter, de Sergio Blanco y Marcos Moyano
Violencia: ensayo general


No se ha estrenado mucho del joven Blanco en la Argentina; de hecho se trata de la primera vez en Mar del Plata. “El eje es la violencia inherente a nuestros sistemas liberales, y su evidencia, el destrozo permanente que perpetúa el hombre sobre el hombre. No puedo hablar de otra cosa si pretendo escribir acerca del mundo que me rodea”, confiesa en el programa de mano. Residente en París, Sergio Blanco, pues, no se refiere a un país sino a todos, de allí que a la pareja que habita ese departamento de ficción se le adjunte, sin previo aviso, una suerte de marine impreciso, armado para la guerra, que asalte al personaje masculino y desate su propia versión del conflicto irakí-afgano privatizado, sometiéndolo a humillaciones. O que, en un mínimo instante de diálogo entre marido y mujer se comenten los estragos innúmeros de una bomba de 500 kilos en el edificio de enfrente, recuerdo pesadillesco de los dos atentados luctuosos contra objetivos israelíes en nuestro país durante la década del 90. O que el dueño de casa, de capucha, nervioso y paranoico, le informe a su compañera un asesinato, cometido simplemente porque tuvo una incontrolada voluntad de hacerlo. Hay más: la chica relata un abuso sexual, el de su empleador pederasta sobre su propia hija, seguido de muerte. ¿De qué es empresario el violador? Traficante de armas. Y todavía, cuando la atmósfera se ha vuelto tan opresiva y asfixiante que dan ganas de gritar, el marine, vencido, de pronto indefenso, suplica a su víctima elegida ayuda para regresar a casa, perdida la brújula, sí, de su vida. Y de remate, cuenta su humilde origen, hermana también abusada y suicida, padre demente, madre que limpia por horas…
El cuadro contemporáneo resulta tan abarcador que, en efecto, podría suceder en cualquier enclave posmoderno, sólo que Blanco, sudamericano al fin, combina el horror primermundista con la periferia, opción adecuada a un dramaturgo de dos patrias, desgarrado y desgarrador. Si existe un género en el cual clasificar a Slaughter –el carnicero masivo; slaughterhouse se traduce campo de exterminio—no debería ser sino la tragedia. Una tragedia cotidiana, carente de mitologías, declaradamente política, literal e hiperrealista. Incluso gracias a esa crónica, no por monocorde menos aterradora, que las criaturas narran desde ese living room de dos metros cuadrados a falta de periódicos, expresada con absoluta naturalidad e indiferencia. La violencia se ha vuelto no normal, sino norma.
Marcos Moyano debuta de director, pero dada su activismo de teatrista, joven y ya veterano, su experiencia docente y sus lecturas, sencillamente completa una carrera iniciada hace mucho. En rol de adaptador, tuvo una decisión inteligente: imbricó el desarrollo del texto, desplegado en tres actos originales por el autor, a uno solo. Blanco había comprimido la tremenda relación entre el soldado y el civil en una larga y única escena, en el medio de dos encuentros distintos jugados por marido y mujer. Moyano canibaliza y funde el libreto amortiguando la densidad conceptual y actoral, tornándola más llevadera y dramática. La puesta tiene méritos de sobra, una especie de estética-Séptimo Fuego, asimilada por años de coherencia en el trabajo compositivo. Blanco el cuadrado y el atavío de Ella, negra la campera de Él y negra la fajina de combate que viste el marine, rojo el televisor prendido sin imagen, rojo el vaso y los útiles de maquillaje, roja la muñeca que abraza Ella, roja la sangre a gotas de un pañuelo al azar. Blanco el sillón y dos muebles atarugados al piso, roja la Budweiser que Él abre y cierra sin beber jamás. Una luz azul cenital contrasta desde el cielo. Los actores, alternativamente, bajan la tarima giratoria y la orientan hacia el espectador de distinto modo, jamás igual, como para que lo mismo se vea de todos los ángulos, mientras el público, alrededor, no puede evitar involucrarse: el sucederse vibra en medio de nosotros, igual de atrapados y cómplices.
Las actuaciones, podía esperarse, deslumbran y estremecen. Moyano transita de la paranoia a la histeria, la mano congelada en el bolsillo, una ironía sufriente o la sumisión frente al private –nunca mejor usado: soldado y privado en inglés. Magalí Sánchez destila una extraña dulzura, presta oídos y a su vez habla como autista, capaz de pintarse las uñas y relatar una historia espantosa. Soberbio, cruel hasta lo insoportable y también frágil hasta el desamparo, Agustín Elordi asume un marine inolvidable, que rememora el trabajo de Marcelo Scalona en Julius, pero menos grotesco. No queda resquicio para el humor, no obstante los pasos de discoteca y el alarde de rap que el último lanza en algún momento. Otro riesgo digno de aplauso del elenco fueguista, introducir semejante propuesta en una temporada inalterablemente craneada en vistas de la distracción o la comedia.
Quizás la duración de la obra conspire contra su absorción plena, y un reajuste a menos tiempo, en virtud de la impiadosa dureza del discurso, resitúe las expectativas del espectador, porque, se siente, la puesta queda a un paso de la redundancia. Claro, Moyano se enamoró del texto, que en rigor ya había apasionado a Marcelo Romer, quien soñó primero con su plasmación a texto espectacular.
Una fisura no muy importante juzgando los resultados. Slaughter, en horario central, es una de las grandes obras teatrales, en todo sentido, de estos comienzos de año.

Gabriel Cabrejas

domingo, 3 de enero de 2010

Ritual

Bebí la sangre de un ángel
para contagiarme eternidad
Bebí el aliento de un dragón
para trasmutar en fuego mis palabras
Bebí la vagina de la Noche
para acercarme al Secreto

Intenté rituales prohibidos,
sin embargo Magia
esquivó mi esencia
asumo
para no hacerme esclavo
de algo tan etéreo.


Victor Marcelo Clementi
3 de enero

No Ser para Ser

Soy un clon de la Madre Teresa
no garcho no flirteo no especulo
bebo suero por conductos divinos
Soy el clown de Benedicto Séptimo
no lucho no insisto resisto
repiro oxígeno enjaulado
Soy el replicante que fugó de Blade Runner
no sufro no procreo sólo recuerdo implantes
Soy el tobillo de Marylin Monroe
el viento me asusta si viene desde abajo
Soy un cubito de Walt Disney
no soy macarthista no dibujo sólo criogenia
Soy cada partícula de mierda
que flota por el océano galáctico
por eso sueño con no despertar.


Victor Marcelo Clementi
3 de enero 2010