miércoles, 20 de noviembre de 2013

Li Po: aspiración



El cuento de Hsu Chuen Gah es de la dinastía Tang está escrito en Mandarín. O sea podría catalogarse de Tang Mandarín.
En alguna antologías y recopilaciones se lo encuentra como Aspiración de Li Po.
Su personaje podría no tratarse del poeta etílico Li Po (también llamado Li Bai, o Li Pai o Li Bo) y ser nada más que una coincidencia de nombres.
Probablemente recopilado por Le Mon Pai (poeta nacido en Mai Pu) o por su discípulo nipón Kagasawa[1]. Rescatado por el argentino Abelardo Festivo. Aldo Orso lo encontró entre las cosas de Festivo en el papel que envolvía los pedazos de un jarrón roto de la dinastía Ming.
 

Li Po aspiraba al desarrollo espiritual. Lograr la sabiduría. Por eso, en el año del conejo, decidió consultar a un monje shaolín sobre qué debía hacer para lograrlo. El respetable monje le pidió que le trajera el tigre más hermoso y terrible de todo el imperio. Para ello debía buscar en el interior, tanto de su conciencia como de la China.
Li Po preparó durante décadas su captura. Aprendió todo lo necesario sobre los tigres y la manera de aprehenderlos. Atrapó varios de ellos pero ninguno le pareció a la altura del pedido del monje.
Cuarenta y siete años después Li Po y sus adláteres fueron a ver al monje shaolín con el más deslumbrante tigre de la China, tan excepcional como peligroso.
El monje, de edad incalculable y vista débil, se acercó a la jaula de la singular fiera para apreciar su magnificencia. El tigre de un zarpazo veloz y certero atrajo al anciano dentro de la jaula y se lo devoró en un santiamén.
Era el año del tigre.

Hsu Chuen Gah


 


Investigación Sergi Puyol i Rigoll para la Ci eN eÑe




1     En idioma japonés significa diarrea, colitis, etc.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Haberte presagiado 2

me baleaste con esa ternura
que deja indefenso
rogándole a mi bestia
excusas de amor
para no convertirme

haberte presagiado
antes que mordiera
el pulso ancestral

ahora me refugio
en algún lugar del tiempo
ni hombre ni animal
algo que pendula
en la oscuridad madre.

vmc

viernes, 15 de noviembre de 2013

Déjame caer

sangra misterio
cuna de miel
ahora en la aorta primitiva
me dejo caer a la tentación
que regala el Destino
más líbrame Señor de no sentir deseo.

vmc

lunes, 11 de noviembre de 2013

Antesala a la presentación del Poemario 20 Poemas sin amor, en Mar de Ajo




"Dado que el poemario trata sobre el amor, supongo que para ser coherente deberé comenzar por la relación con mi madre. Bien, tengo una Colección de Epítetos Maternos con los cuales me atormentaba de pequeño, tales como:
-Este chico es la piel de Judas.
-No tiene perdón de dios.
-Este chico pone nervioso a un santo.
Ustedes comprenderán por qué no soy edípico. Por suerte zafé por un costado.
Esto no es todo, siguió en la adolescencia con su frase típica:
-No tenés verguenza, ni dignidad, ni sentido de la responsabilidad...
Una emoción similar a la que padecí, ya fue descripta por un grupo de filósofos contemporáneos, Los Auténticos Decadentes, cuando dicen ante las amenazas de su padre:
"golpeaban mi cabeza como rulo de tambor.."
¿Qué se ríen? ¿por qué citar siempre a Marx, Engels, Freud ...?
En mis épocas cada seis líneas obligaban a nombrar a Spengler y Shopenhauer...
Me niego, yo acudo a los filósofos callejeros como el Piti Alvarez, cuando afirma:
"me gustan las chicas, me gustan las drogas, me gusta mi guitarra, James Brown y Madona...
pero lo que más me gusta son las cosas que no se tocan..."
Ahora bien ¿qué son las cosas que no se tocan?, lo intangible, o sea Introducción a la metafísica.
Y hablando de metafísica, ¿qué mas abstracto que el amor?
Y para terminar con los epítetos maternos, hubo uno en especial que más o menos dio en el palo, decía:
-Hijo, vos sos un enamorado del amor.
Y sí, ¿por qué no?, después de todo es una posibilidad.
Y para concluir con respecto al poemario, digamos que me dediqué a satisfacer estados de ánimo absolutamente alterables, fotografías de humo, simples recordatorios imposibles de contradecir.
Aunque debo confesar que el rango de mi incoherencia es cada vez nás nocivo; voy desde "amor sin una gota de piel" hasta "el culo perfecto"
a los bifes...."


vmc

jueves, 7 de noviembre de 2013

Cine de un renegado 2013

Impresionismos. Hace tiempo que estas páginas no escriben sobre cine francés, poco o nada de él llega a nuestras costas y suele durar un soupir. Renoir de Gilles Bourdos, que arriba rezagado (2012) es el típico film d´art galo, bello de mirar por donde se lo mire, aunque no deja huella visible en la memoria. Bourdos y sus co-libretistas (Jérôme Tonnerre y Michel Spinosa) no asumen el biopic total de Auguste Renoir (el histórico actor Michel Bouquet) sino un breve lapso, cuando el provecto pintor, rico y retirado a su bucólico cottage de la Riviera, contrata a una nueva modelo joven (Christa Theret) y vuelve del frente en licencia su hijo Jean (Vincent Rottiers), no otro que el futuro cineasta. Allá lejos de la avifauna del Mediterráneo, se desenvuelve la sanguinaria Gran Guerra y al subteniente de caballería en convalescencia de un costurón ya le interesa el bisoño séptimo arte, que desagrada al padre, (“arte es lo que hace uno con sus manos”) y de paso caerá seducido bajo los voluptuosos encantos de Andrée, esa musa pelirroja que, le agradecemos, posa desnuda ante la paleta del anciano durante casi todo el film. La sabiduría científica del artista de Le moulin de la Gallette, sus agachadas e infidelidades pasadas, la hesitasión de Jean entre re-tornar a las trincheras o quedarse en el ocio culposo del burgués refugio paterno, y las ambiciones de estrella de la escultural Andrée, cubren las dos horas de Renoir. Que carece, penosamente, de dramaticidad. No hubiera aburrido menos si se le recortaba media hora, ni tenido un climax pasional si se la extendía otra media.

Se adivina el conflicto de Bourdos director y autor, que deja el lienzo a medio hacer. La fotografía (del taiwanés Ping Bing Lee) alude al grano y el salpicré de Renoir pintor, pero habrá que aguzar mucho el ojo para reconocer la pincelada plumosa, el sensual húmedo sobre húmedo de aquél en el paisaje retratado. Y definitivamente no nos imaginamos cómo el cineasta de La regla del juego y La gran ilusión, o sea, el sutil indagador de la dialéctica social y el antibelicista convencido, pudo creer, y crear, a partir de esta sesgada y tibia muestra de familia. Eso sí, la tal Christa está buenísima.  

Gabriel Cabrejas 
 lacocuzza@gmail.com